SOBRE EL MONTE DEL TEMPLO Y LA FORTALEZA ANTONIA
LOS TEMPLOS QUE JERUSALÉN OLVIDÓ DE ERNEST L. MARTIN
¿ESTÁN LOS JUDÍOS ORANDO Y LLORANDO DELANTE DEL MURO EQUIVOCADO?
DEL
HISTORIADOR ESTADOUNIDENSE ERNEST L. MARTIN (1932-2002), autor de una decena de libros, siendo el más
famoso e influyente “LOS TEMPLOS QUE JERUSALÉN OLVIDÓ”
En inglés (THE TEMPLES THAT JERUSALEM FORGOT) Escrito en 1999, el cual les
comparto un artículo que trata acerca del error de identificar la que fue la
romana Fortaleza Antonia en Jerusalén (la actual Explanada de las Mezquitas)
con el sitio donde estuvo el templo judío. Aquí el señor Martin da importancia
al testimonio de Flavio Josefo, testigo de la destrucción de dicha ciudad, al
testimonio del Nuevo Testamento, y a hallazgos arqueológicos, en un
razonamiento sólido y coherente que sitúa dicho templo al Sur de dicha
Fortaleza, único monumento sobreviviente de la guerra romano-judía.
Todos
recordamos el dicho de que una imagen vale por mil palabras. Esto es muy verdadero.
Cuando somos capaces de ver un sitio acerca del cual hemos estado leyendo o
escuchando, la información histórica y arquitectónica asociada con el área se
hace mucho más significativa y el asunto es mejor entendido.
Ése es
ciertamente el caso con el Templo construido por Herodes el Grande que existió
en el tiempo del Mesías junto con la fortaleza adyacente que dominaba el
paisaje, conocida como la Fortaleza Antonia. La verdad es que nadie en la
Historia moderna (ni en los últimos 1.900 años) realmente ha presenciado el
complejo de edificios que albergaba el santo Santuario y la fortaleza que fue construida
para protegerlo. Ésta es una de las razones de por qué he querido presentar la
primera visión general del aspecto que el Templo y la Fortaleza Antonia tenían
para los habitantes de Jerusalén durante la época del Mesías.
Una vez que
reconozcamos la situación real de las dos estructuras, y una vez que usted
comprenda sus dimensiones, muchos puntos de la enseñanza de aquello que
observamos en el Brit Hadasha "Nuevo Testamento" tendrá mucho más sentido para nosotros.
En pocas
palabras, una verdadera perspectiva de aquellos dos edificios que ocuparon la
mayor parte de Jerusalén Noreste (al Oeste del Monte de los Olivos y el Monte
de la Ofensa [1]) proporcionará un panorama que mostrará la completa belleza y
majestad de la Ciudad Madre de los judíos en la primera parte del siglo I. Sin
duda, era una demostración espléndida e imponente de grandeza arquitectónica.
(...)
[1] Al Este
de Jerusalén hay una serie de colinas, separadas por el valle de Josafat (donde
corre el arroyo Kidron), donde se destacan tres cimas: al Norte el monte
Scopus, al centro el Monte de los Olivos, y al Sur el Monte de la Ofensa, de la
Ruina, del Escándalo o de la Corrupción (Mount of Offense), llamado así porque
allí Salomón habría erigido santuarios a otros dioses.
Ernest L.
Martin realizo su primera visita a Jerusalén en el año 1961. Desde entonces retorno
a la ciudad más de treinta veces, el mismo narra que, Aunque sea un
estadounidense, ha enseñado profesionalmente en universidades en Inglaterra, donde
vivió durante catorce años (desde 1958 hasta 1972). En Jerusalén trabajo
personalmente cada día con el profesor Benjamin Mazar en las excavaciones
arqueológicas en las murallas occidental y Sur del Haram esh-Sharif. Mi
asociación de trabajo con el profesor Mazar en aquel sitio duró dos meses cada
verano entre los años 1969 y 1973. Durante aquel período de cinco veranos fui
el supervisor académico de 450 estudiantes universitarios de todo el mundo que
participaron en aquella excavación arqueológica dirigida por el profesor Mazar.
Además de esta asociación profesional particular en la excavación, ha guiado
personalmente a más de 800 personas alrededor de todas las áreas de Israel
explicando su historia bíblica y secular.
Aunque yo no sea un arqueólogo de
profesión (mi magíster es en Teología y mi doctorado es en Educación), he
escrito varios libros y otros estudios principales sobre la historia y
geografía de Jerusalén, sobre todo en los períodos del Mesías, el Imperio
romano y Bizancio. Menciono estos breves puntos biográficos para mostrar que he
tenido una considerable oportunidad de estudiar y conocer la historia de la
Jerusalén antigua.
OBSERVANDO JERUSALÉN
DESDE EL MONTE DE LOS OLIVOS
La vista es espectacular. No hay ninguna
escena de otras áreas de Jerusalén que pueda replicar la grandeza de los
antiguos restos arqueológicos de la ciudad. Lo que domina la escena, cuando uno
mira al Oeste, es un cuerpo rectangular de murallas con piedras gigantescas
perfectamente alineadas unas con otras en sus cursos inferiores. Esos cuatro
muros presentan al observador un sentimiento de majestad y temor por lo que los
Antiguos fueron capaces de realizar mediante sus logros arquitectónicos. Esos muros
rodean el área actualmente conocida como el Haram esh-Sharif (el Noble
Recinto). Las piedras de las hileras inferiores en aquellas murallas están en
sus posiciones originales. Ellas todavía están colocadas con precisión unas
encima de otras sin ningún desplazamiento importante de sus alineaciones
originales. Esas piedras inferiores son claramente Herodianas en su origen, y
en algunos sitios en la parte Este de la muralla ellas son pre-Herodianas. Hay
seguramente más de 10.000 de esas piedras todavía en el lugar en que ellas
estaban en el tiempo de Herodes y del Mesías.
Ninguna autoridad arqueológica ha sido
capaz de contar todas las piedras de las cuatro murallas que rodean al Haram
esh-Sharif porque muchas de las piedras todavía están escondidas a la vista.
Pero en el sitio sagrado en la Muralla Occidental (a menudo llamada "El
Muro de los Lamentos") hay siete hileras actualmente visibles dentro de
aquella longitud de 60 metros de la pared en dirección Norte/Sur. Aquella
sección contiene aproximadamente 450 piedras Herodianas. Hay, sin embargo, ocho
hileras más de piedras Herodianas debajo del suelo hasta el nivel de la tierra
que existió en el tiempo de Herodes y Yahoshúa [Jesús]. Incluso debajo de aquel
antiguo nivel de tierra, hay unas nueve hileras adicionales de piedras basales.
Si aquella sección entera del "Muro
de los Lamentos" pudiera ser expuesta, uno sin duda podría contar
alrededor de 1.250 piedras Herodianas (probablemente más) de diversos tamaños.
La mayor parte de las piedras son aproximadamente de 1 metro de alto y entre 1
y 3,5 metros de largo, pero hay longitudes variables de hasta 12 metros
(pesando las piedras más grandes aproximadamente 70 toneladas). Se ha
encontrado una piedra en el Muro Occidental que tiene el prodigioso peso de 400
toneladas (Meir Ben-Dov, Mordechai Naor y Zeev Aner, "The Western
Wall", pp. 61 y 215). Si uno pudiera extenderse extrapolando el número de
piedras que componen las cuatro paredes que rodean al Haram, tendría que haber
más de 10.000 piedras Herodianas y pre-Herodianas todavía en el lugar como las
había hace aproximadamente 2.000 años. Todas esas piedras en aquellas cuatro
murallas sobrevivieron a la guerra romano-judía de 70-73 d.C.
La magnífica pieza central dentro del
recinto entero es el lugar sagrado musulmán llamado la Cúpula de la Roca. Está
centralmente localizada en una dimensión Norte/Sur dentro del área rectangular
del Haram. Al sur de la Cúpula y lindando con la muralla Sur hay otro edificio
grande llamado la mezquita de Al-Aqsa con su cúpula más pequeña. Y aunque desde
el Monte de los Olivos la Jerusalén moderna pueda ser vista en el fondo (y su
horizonte contemporáneo de edificios es interesante), el área entera es
eclipsada y dominada por el Haram esh-Sharif con aquellas antiguas murallas que
destacan de manera impresionante la escena.
Ésta es la vista que los espectadores
modernos están acostumbrados a ver. Pero retrocedamos más de 1.900 años e
imaginemos ver Jerusalén desde este mismo punto. Es desde este lugar
estratégico que Tito (el general romano) contempló las ruinas de Jerusalén
después de la guerra romano-judía en 70 d.C. La descripción de lo que Tito vio
es muy instructiva. Deberíamos leer su apreciación en los relatos conservados
por Flavio Josefo, porque éste y Tito ambos fueron testigos oculares. Note no
sólo lo que Tito observó, sino también lo que él dejó fuera de la narrativa
(Josefo, Las Guerras de los Judíos VII 1, 1). Esta omisión será de importancia
primordial en nuestra investigación en cuanto a la verdadera localización del
Templo. Tito ordenó que sólo una parte de una muralla y tres fortalezas
deberían permanecer de lo que fue una vez la gloriosa Ciudad de Jerusalén. Note
lo que es declarado en Las Guerras de los Judíos VII 1, 1:
"Ahora, tan pronto como el ejército
no tenía más gente para matar o saquear, porque no quedaba ninguno de los
objetos de su furia (ya que ellos no habrían exceptuado a nadie, si hubiese
quedado algún otro trabajo para ser hecho), César dio órdenes de que ellos
deberían demoler entonces la ciudad entera y el Templo, pero deberían dejar en
pie las torres que fueran de la mayor eminencia; es decir Phasaelus, e Hippicus
y la torre Mariamne; y mucho de la muralla que encerraba la ciudad en el lado
Oeste. Esa pared fue conservada, a fin de permitirse un campamento para
aquellos que debían estar en la guarnición [en la Ciudad Superior], así como
las torres [las tres fortalezas] también fueron conservadas, a fin de
manifestar a la posteridad qué tipo de ciudad era, y cuán bien fortificada, aquella
que el valor romano había sometido; pero para todo el resto de la muralla [que
rodeaba a Jerusalén], fue tan completamente nivelada con el suelo por aquellos
que la excavaron hasta sus fundamentos, que no quedó nada para hacer creer a
aquellos que llegaban allí [a Jerusalén] que había estado habitada alguna vez.
Ése fue el final al cual llegó Jerusalén por la locura de aquellos que eran
partidarios de las innovaciones; una ciudad por otra parte de gran
magnificencia, y de gran fama entre toda la Humanidad".
Este relato de un testigo ocular acerca de
la ruina total de Jerusalén ha planteado a los visitantes de Jerusalén un
importante problema en relación a lo que presenciamos hoy de la antigua
Jerusalén. El hecho es que Tito dio órdenes de que el Templo debía ser
demolido. Las únicas estructuras que debían quedar en Jerusalén eran una parte
de la muralla occidental y las tres fortalezas localizadas en la Ciudad
Superior. Ésa era la intención de Tito al principio. Pero dentro de un breve
tiempo, incluso aquella parte de la muralla occidental y las tres fortalezas en
el Oeste fueron tan completamente destruídas que no quedó ni un un rastro de
ellas (a menos que la llamada "Torre de David" cerca de la actual
Puerta de Jaffa, como conjeturan los eruditos, sea una parte de los fundamentos
de las torres Hippicus o Phasaelus).
Al finalizar la guerra, la Décima Legión
dejó Jerusalén como una masa de ruinas. Las piedras de aquellas ruinas fueron
finalmente usadas en el siglo siguiente para construír una nueva ciudad llamada
Aelia [Aelia Capitolina]. Pero hacia finales de 70 d.C. no quedaba nada en pie
del Templo o de los edificios de Jerusalén. Josefo declaró:
"Y realmente, la vista misma de ella
era una cosa triste, puesto que aquellos sitios que estaban adornados por
árboles y agradables jardines, ahora habían quedado convertidos en un país
desolado en todo sentido, y sus árboles fueron todos cortados. Ni tampoco algún
extranjero que hubiera visto antes Judea y los barrios residenciales más hermosos
de la ciudad, y ahora la veía como un desierto, no podía sino lamentarse y
afligirse tristemente por un trastorno tan grande, ya que la guerra había
dejado todos los signos de la belleza completamente arruinados. Ni tampoco
alguien que hubiera conocido el lugar antes, y que hubiese venido de improviso
ahora, lo hubiera reconocido. Pero aunque él [un extranjero] estuviera en la
ciudad misma, todavía él hubiese tenido tenido que preguntar por ella"
(Guerras VI 1, 1).
LO QUE EL VISITANTE
MODERNO OBSERVA
Estas descripciones de Josefo son lo que él
y Tito vieron desde el Monte de los Olivos. Pero esto no es lo que observamos
hoy. Vemos algo que permanece del período de Herodes y del Mesías que es
completamente diferente. Directamente hacia el Oeste, vemos una impresionante
reliquia arquitectónica del pasado que está espléndidamente colocada
directamente delante de nosotros. Ella domina toda la perspectiva occidental de
este panorama. Aquella antigua estructura es el Haram esh-Sharif. Sus muros
rectangulares son tan grandes en sus dimensiones que el Haram efectivamente
dificulta la mayor parte de la vista de la actual ciudad antigua de Jerusalén.
Y ciertamente, sin la menor duda, el Haram (en sus hileras inferiores de
piedras que conforman sus murallas) es un edificio que sobrevivió a la guerra
romano-judía. En efecto, es un ejemplo excepcional de la grandeza
arquitectónica temprana que alguna vez adornó a la Jerusalén de Herodes y del
Mesías, que ha resistido dos mil años de intemperie, terremotos, guerras y deterioro
natural.
Lo que es extraño, y casi inexplicable al
principio, es el hecho de que Josefo mencionó la ruina completa del Templo y de
toda la Ciudad de Jerusalén, pero él no dio ninguna referencia en absoluto del
Haram esh-Sharif o de que Tito había ordenado que aquellas paredes deberían
permanecer intactas. Y durante los siglos, hasta nuestro período moderno, hay
más de 10.000 piedras todavía en sus posiciones originales dándole forma a las
cuatro murallas del Haram. De hecho, en el tiempo de Tito había probablemente
otras 5.000 piedras que quedaron en las hileras superiores de las cuatro
murallas, que fueron removidas de su sitio y que cayeron a tierra desde el
siglo I en adelante. Lo que debe ser reconocido es el hecho de que Tito
deliberadamente dejó el rectangularmente formado Haram esh-Sharif prácticamente
en el estado en que él lo encontró cuando él primero fue a Jerusalén con sus
legiones. Extrañamente, Tito debe haber ordenado que aquellos cuatro muros
fueran conservados para que los vieran las épocas venideras.
Sin duda, el Haram esh-Sharif con sus
murallas gigantescas fue un sobreviviente de la guerra. ¿Pero cómo podía Josefo
haber dejado de explicar la conservación de un edificio tan espacioso y
magnífico que era claramente existente en la Jerusalén de antes de la guerra?
La existencia continuada de aquellos enormes restos del Haram esh-Sharif
parecen (a primera vista) anular la valoración de Josefo y Tito. Recuerde:
ellos dijeron que nada de Jerusalén fue dejado. Jerusalén "fue tan
completamente nivelada con el suelo por aquellos que la excavaron hasta sus
fundamentos, que no quedó nada para hacer creer a aquellos que llegaban allí [a
Jerusalén] que había estado habitada alguna vez".
Lo que es aún más extraño es la creencia
moderna de que el Haram esh-Sharif debe ser considerado como el sitio del Monte
del Templo. Si la opinión académica actual es correcta, esto significa que Tito
y las legiones romanas no destruyeron las murallas externas del Templo en sus
hileras medias y bajas. Los romanos dejaron más de 10.000 piedras en su lugar alrededor
del Haram. Esta creencia moderna de estudiosos y autoridades religiosas (sean
judíos, musulmanes o cristianos) de que aquellas 10.000 piedras alrededor del
Haram representan los remanentes de los muros del Templo, hace de las ya
referidas descripciones de su demolición relatadas por Josefo y Tito unas
extravagantes exageraciones. Y bastante ciertamente, así es cómo los más
modernos estudiosos, teólogos, líderes religiosos y arqueólogos ven el asunto.
El profesor Williamson, que tradujo a Josefo,
dijo que ése era el caso. Él comentó que la desolación completa que Tito se
supone que había visto delante de él era "Una exageración. Mucho de la
parte Sur del recinto del Templo fue conservada. Toda la pared del Sur de su
sucesora, la actual muralla alrededor del Haram esh-Sharif, la sección del Sur
de la muralla Oeste (el Muro de los Lamentos, donde la caída de Jerusalén
todavía es lamentada) y una corta extensión de la pared del Este que corre
desde la esquina del Sudeste, son Herodianas hasta una altura
considerable" (The Jewish War, p. 454, nota 2). Veremos abundantes pruebas
en mi nuevo libro de que Josefo no estaba exagerando. Esto es porque aquel
recinto conocido como el Haram esh-Sharif NO era el Monte del Templo, ni
tampoco la estructura fue oficialmente reconocida entonces como una parte de la
municipalidad de Jerusalén.
Nuestros modernos investigadores y
autoridades religiosas sistemáticamente declaran que no podemos creer
literalmente en las narraciones de Josefo acerca de las importantes
descripciones que él proporciona. Descubriremos, sin embargo, que son los
eruditos modernos y los líderes religiosos los que se equivocan y no Josefo.
Flavio Josefo, el historiador-sacerdote, sabía de lo que él estaba hablando.
Jerusalén y el Templo fueron totalmente destruidos y
no quedó ni una sola piedra de ellos en el lugar. La verdad es que el Haram
esh-Sharif NO era el Monte del Templo.
JOSEFO NO ESTABA
EXAGERANDO
Ya es tiempo de que comprendamos que son
los eruditos modernos los que se equivocan, y no los relatos de testigos
oculares como Josefo y Tito. Jerusalén y el Templo en efecto fueron destruidos
hasta sus fundamentos, como ha sido relatado. En cuanto a esto, hay otras
secciones del relato de Josefo que muestran que él no estaba exagerando. Josefo
fue agudo al decirle a sus lectores que todas las murallas alrededor de
Jerusalén fueron derribadas hasta el nivel del suelo. Note su observación:
"Ahora
los romanos prenden fuego a las partes extremas de la ciudad [los suburbios] y
las incendiaron, y demolieron completamente sus murallas [de Jerusalén]"
(Guerras VI 9, 4).
Esta referencia muestra que todos los
muros, incluso aquellos que encerraban las zonas periféricas de Jerusalén,
fueron finalmente arrasados hasta el suelo. Para reforzar el asunto, Josefo
dijo en otra parte:
"Cuando
él [Tito] demolió completamente el resto de la ciudad, y derribó sus murallas,
él dejó esas torres [las tres torres ya mencionadas] como un monumento de su
buena fortuna [de él], que había demostrado [el poder destructivo de] sus
auxiliares, y que le permitió a él tomar lo que no podía haber sido tomado de
otro modo" (Guerras VI 9, 1).
Estos dos relatos de Josefo, junto con las
observaciones anteriores ya referidas, confirman que hubo una destrucción
literal de todas las murallas que rodeaban Jerusalén (excepto la pequeña
sección de la muralla en la parte occidental de la Ciudad Superior que fue
destruída después, porque ni un rastro de ella ha sido mencionado de su
conservación por testigos oculares posteriores o encontrado por los arqueólogos
modernos). En efecto, después de 70 d.C. no hay una palabra en ningún registro
histórico que siquiera hable de aquellas tres fortalezas en la Ciudad Superior
que tuviesen una pervivencia, las cuales Tito al principio pensó dejar como
monumentos permanentes que mostrasen el poder de Roma sobre los judíos.
Pero, una vez más, estas descripciones de
Josefo y Tito de la ruina total parecen estar en desacuerdo con lo que
presenciamos hoy. Abordemos eso. Desde el Monte de los Olivos contemplamos las
cuatro murallas del Haram todavía en pie en toda su gloria, y ellas están
notoriamente desplegadas con una majestad que domina el todo de la Jerusalén
actual. Las hileras inferiores de aquellas murallas claramente tienen más de
10.000 piedras Herodianas y pre-Herodianas unas encima de otras. De hecho,
aquellos muros rectangulares son aún murallones que funcionan en la Jerusalén
de hoy. Ellos han estado en constante uso a lo largo de los siglos intermedios
para proteger los edificios que fueron construidos en el interior de aquel
recinto llamado el Haram esh-Sharif.
Otra vez digo que si aquellos muros
rectangulares son aquellos que anteriormente rodearon al Monte del Templo (como
somos con seguridad informados por todas las autoridades hoy), ¿por qué Josefo
y Tito excluyeron de sus relatos de testigos oculares toda mención sobre la
conservación de esta magnífica estructura del Haram? Ellos hablaron de la ruina
completa y la desolación de Jerusalén y del Templo, no de la supervivencia de
ningún edificio que las autoridades judías una vez controlaron.
Sea como
fuere, Josefo y Tito estaban ciertamente conscientes de que los muros del Haram
sobrevivieron a la guerra. ¿Por qué no se refirieron Josefo y Tito a aquellas
murallas del Haram que permanecieron de pie en su tiempo?
UN DILEMA PARA LOS CREYENTES
MODERNOS
Estos hechos plantean un importante
problema para los cristianos, católicos, mesiánicos, etc. Si aquellas murallas
rectangulares del Haram son en efecto las mismas murallas (en sus hileras
inferiores) que antiguamente circunscribían el Monte del Templo, ¿por qué esas
piedras (más de 10.000 en número) están aún tan firmemente unas encima de
otras? La existencia continuada de aquellos muros gigantescos y majestuosos
mostraría que Tito no destruyó las paredes del Templo, si aquellas murallas
rodeaban realmente el Templo.
¿Por qué
esto es una dificultad para la creencia cristiana? La razón es clara.
Los cristianos están conscientes de cuatro
profecías dadas por Yahoshúa [Jesús] en el Nuevo Testamento de que no quedaría
piedra sobre piedra del Templo y sus muros o incluso de la Ciudad de Jerusalén
y sus murallas (Mateo 24:1-2; Marcos 13:1-2; Lucas 19:43-44; 21:5,6.). Pero
extraño como pueda parecer, los muros que rodean al Haram esh-Sharif todavía
permanecen en su gloria con sus más de 10.000 piedras Herodianas y
pre-Herodianas firmemente en el lugar en sus hileras inferiores. Si aquellas
piedras son las del Templo, de las profecías del Mesías se puede dudar
seriamente como carentes de cualquier valor o mérito histórico en cualquier
análisis de observadores inteligentes e imparciales.
En efecto, la mayoría de los visitantes
cristianos de Jerusalén que primero ven aquellas enormes piedras que rodean el
área rectangular del Haram (y quienes conocen las profecías del Mesías)
normalmente quedan perplejos y a menudo sobresaltados por lo que ellos ven. Y
ellos debieran quedar así. La sorpresa en lo que ellos observan ha sido el caso
con la numerosa gente que he guiado alrededor de Jerusalén e Israel. Ellos han
pedido una explicación acerca de este aparente fracaso de las profecías del
Mesías.
¿POR QUÉ TODAVÍA EXISTEN AQUELLAS MURALLAS GIGANTESCAS? SI AQUELLOS MUROS REPRESENTAN LAS
PIEDRAS DE ALREDEDOR DEL TEMPLO, ENTONCES LAS PROFECÍAS DEL MESÍAS QUEDAN
INVALIDADAS.
La
explicación habitual, sin embargo, para justificar la credibilidad de las
profecías del Mesías consiste en decir que el Mesías sólo podría haber estado
hablando sobre el Templo interior y sus edificios, NO del Templo externo y sus
murallas que lo rodeaban. Ésta es la respuesta acostumbrada y conciliatoria que
la mayoría de los eruditos proporcionan (y es la explicación que yo mismo antes
di a mis alumnos o socios). La verdad, sin embargo, es que esta explicación no
resiste la crítica cuando uno mira lo que el Mesías predijo. Habría que
observar cuidadosamente las profecías del Mesías en los Evangelios Sinópticos.
Ellos claramente declaran que no quedaría piedra sobre piedra del Templo y sus
edificios, y sus profecías también incluían sus muros exteriores. La palabra
griega que el Mesías usó en su contexto profético para describir el Templo y
sus edificios era "hieron" (esto significa el Templo entero e incluidos
sus edificios y muros exteriores).
NOTE
LO QUE VINCENT DICE ACERCA DEL SIGNIFICADO DE "HIERON"
«La palabra "templo" (hieron,
literalmente "lugar sagrado") significa el área entera del recinto
sagrado, con sus pórticos, patios y otros edificios subordinados; y debería ser
cuidadosamente distinguido de la otra palabra, "naos", que también
significa templo, pero el templo en sí mismo o el "Lugar Santo" y el
"Santo de los Santos". Cuando leemos, por ejemplo, acerca de Cristo
enseñando en el templo (hieron), debemos referirlo a uno de los pórticos del
templo [columnatas externas]. Entonces es desde el hieron, el patio de los
Gentiles, que Cristo expulsa a los cambistas de dinero y comerciantes de
ganado» (VINCENT, WORD STUDIES IN THE NEW TESTAMENT, VOL. I, P. 50).
Los
edificios exteriores del Templo incluyendo sus muros siempre fueron
considerados dentro del sentido de la palabra "hieron" que el Mesías
usó en sus profecías acerca de la destrucción total del Templo. Había varias
divisiones externas del Templo que eran distinguidas del Templo Interior, y
aquellos sectores externos eran considerados como características cardinales
del Santuario. Como ejemplo, note el relato del Nuevo Testamento que declara
que Satán llevó a Yahoshúa [Jesús] al "pináculo del Templo" (Mateo
4:5). La sección del pináculo era la esquina Sudeste de la muralla externa que
rodeaba todo el complejo del Templo. La expresión en el Nuevo Testamento
muestra que ese ángulo Sudeste que pertenecía al Templo era un pináculo (un
ala) "del Templo". Aquella área era una gran parte del edificio
sagrado al cual Yahoshúa [Jesús] se refirió cuando él predijo que no quedaría piedra
sobre piedra.
Hay un
importante factor geográfico que demuestra este punto. Cuando Yahoshúa [Jesús]
hizo su profecía de que no quedaría piedra sobre piedra, Mateo dijo que el
Mesías y sus discípulos acababan de marcharse de los alrededores externos del
Templo. Esto significa que todos ellos estaban en ese momento viendo las
secciones exteriores del Templo (el hieron) cuando él dio su profecía (Mateo
24:1).
El Evangelio
de Marcos va incluso más adelante y deja claro que las murallas exteriores del
Templo estaban muchísimo en la mente del Mesías cuando él dijo que ellas serían
desarraigadas desde sus mismas fundaciones. «Y como él [Yahoshúa [Jesús]] salió
del Templo [note que el Mesías y los discípulos estaban fuera de las murallas
del Templo y miraban hacia atrás hacia el recinto del Templo], uno de sus
discípulos le dijo: "Maestro, ¡mira qué edificios hay aquí!". Y Yahoshúa
[Jesús] le respondió: ¿Ves tú estos grandes edificios? No quedará piedra sobre
piedra que no sea derribada» (Mateo 24:1). Sin la más leve duda, cuando Yahoshúa
[Jesús] en su profecía habló de la destrucción del Templo, él ciertamente
estaba incluyendo en su profecía las piedras de las murallas externas que
encerraban el Templo, así como los edificios del Templo interior.
La Ciudad
Entera de Jerusalén También Debía Ser Destruida
Yahoshúa
[Jesús] fue incluso más adelante que simplemente profetizar acerca de la
destrucción del Templo y sus murallas. Él también incluyó dentro de sus
predicciones proféticas las piedras que componían la ciudad entera de Jerusalén
(con cada edificio y casa que comprendía la metrópoli o incluso las murallas
que contenían su área urbana). Según Yahoshúa [Jesús] en Lucas 19:43-44, cada
estructura de la Jerusalén judía sería arrasada hasta sus cimientos.
"Porque vendrán días sobre ti [Jerusalén], que tus enemigos te cercarán con
baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, y te
derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra
sobre piedra".
De este modo, en las profecías del Mesías
no sólo las piedras que componían el Templo y sus muros debían ser derribadas,
sino que él también incluyó dentro de aquel alcance de la destrucción a las
piedras que comprendían la totalidad de la ciudad de Jerusalén. No nos queda
ninguna ambigüedad acerca de este asunto. Las profecías sobre el Templo y la
ciudad de Jerusalén o sucedieron exactamente como Yahoshúa [Jesús] predijo, o
aquellas profecías deben ser consideradas como falsas y no fiables. No puede
haber ningún punto medio sobre la cuestión. Si uno es honesto con el
significado llano de los textos de los Evangelios, Yahoshúa [Jesús] enseñó que
nada quedaría del Templo ni de la ciudad entera de Jerusalén, y que no quedaría
nada de las paredes del Templo y de la ciudad.
JOSEFO Y TITO
CONCUERDAN CON YAHOSHÚA [YAHOSHÚA [JESÚS]]
¿YAHOSHÚA [JESÚS] ESTABA EN LO CORRECTO EN SUS PROFECÍAS?
¿FUE JERUSALÉN JUNTO CON SU TEMPLO Y SUS MURALLAS NIVELADOS
HASTA EL SUELO?
Lo que es
notable es el hecho de que los relatos de testigos oculares dados por Josefo y
Tito concuerdan precisamente con lo que el Mesías predijo.
NOTE
LO QUE ESTOS DOS HOMBRES OBSERVARON.
"Ella
[Jerusalén con sus murallas] fue tan completamente derribada a tierra por
aquellos que la cavaron hasta sus fundamentos, que allí no quedó nada para
hacer creer a aquellos que llegaran allí [a Jerusalén] que había estado
habitada alguna vez" (GUERRAS VII 1, 1).
Toda la
tierra que rodea la ciudad de Jerusalén era una tierra baldía solitaria.
NOTE EL
RELATO DE JOSEFO YA CITADO
"Ellos
habían cortado todos los árboles, que estaban en el campo que colindaba con la
ciudad, y aquello por 90 estadios alrededor [casi 16 kms.], como ya lo he
referido. Y realmente, la vista misma de ella era una cosa triste, puesto que
aquellos sitios que estaban adornados por árboles y agradables jardines, ahora
habían quedado convertidos en país desolado en todo sentido, y sus árboles
fueron todos cortados... la guerra había dejado todos los signos de la belleza
completamente arruinados. Ni tampoco alguien que hubiera conocido el lugar
antes lo hubiera reconocido" (GUERRAS VI 1, 1).
Después del
año 70 d.C. la gente hubiera visto una desolación completa en todas las
direcciones. Cada piedra de cada edificio y muro en Jerusalén fue removida de
su posición original y arrojado al suelo. Josefo proporciona descripciones
razonables de los acontecimientos posteriores después de que la guerra se había
acabado, para mostrar cómo esta destrucción completa fue llevada a cabo. Gran
parte de la destrucción vino después de que la guerra había cesado.
Durante seis
meses después de la guerra, Josefo nos dice que la Décima Legión
"desenterró" las ruinas de las casas, edificios y murallas buscando
qué saquear. Ellos sistemáticamente excavaron bajo las fundaciones de los
edificios y casas arruinados (ellos hicieron que muchos de los cautivos judíos
hicieran el trabajo por ellos). Ellos también pusieron de arriba abajo el área
entera buscando oro y otros metales preciosos que se fundieron cuando los
incendios arreciaban. Esto hizo que los metales preciosos se derritieran y
fluyeran por las grietas inferiores de las piedras. Incluso las piedras basales
contenían oro derretido por los grandes incendios que devoraron Jerusalén. Este
saqueo de cada antiguo edificio o muralla en la municipalidad de Jerusalén
provocó que las tropas dieran vuelta cada piedra dentro de la ciudad (o que
ordenaran que los cautivos judíos restantes lo hicieran por ellos). Veremos
pronto que esta actividad resultó en que cada piedra de la Jerusalén judía
fuese desplazada.
Este
desenterrar continuo de la ciudad ocurrió durante un período de varios meses
después de la guerra. En efecto, después de una ausencia de aproximadamente
cuatro meses, Tito regresó a Jerusalén desde Antioquía y una vez más vio la
ciudad arruinada.
JOSEFO
REGISTRA LO QUE TITO VIO
"Cuando
él vino a Jerusalén en su progreso [al retornar desde Antioquía a Egipto], y
comparó la melancólica condición que él vio en que estaba entonces, con la
gloria antigua de la ciudad, con la grandeza de sus ruinas presentes (así como
su esplendor antiguo), él no pudo sino compadecerse de la destrucción de la
ciudad. Sin embargo, había no poca cantidad de riquezas que habían estado en
aquella ciudad que todavía se encontraban entre las ruinas, mucho de lo cual los
romanos desenterraron; pero la mayor parte fue descubierta por aquellos que
estaban cautivos [los cautivos judíos fueron obligados por las tropas romanas a
desenterrar las piedras de su propia ciudad en busca de oro], y entonces ellos
[los romanos] se lo llevaron; quiero decir el oro y la plata, y el resto de
aquel mobiliario más precioso que los judíos tenían, y que los dueños habían
atesorado bajo tierra en vista de las incertidumbres de la guerra".
TRES AÑOS DESPUÉS DE LA
GUERRA CONTRA JERUSALÉN
Ahora
venimos a la valoración final de la desolación completa de Jerusalén. Note lo
que Eleazar, el comandante judío final en Masada, relató tres años después de
que la guerra había terminado en Jerusalén. Él da un relato de testigo ocular
de cómo los romanos conservaron la Fortaleza Antonia (el Haram) entre las
ruinas. Lo que Eleazar dijo a las 960 personas judías (quienes iban a
suicidarse más bien que caer en las manos del general Silva que estuvo a punto
de capturar la Fortaleza de Masada) es muy importante en cuanto a nuestra
investigación presente. Este comandante final judío se lamentó por la triste
situación que cada uno podía presenciar en ese período crepuscular del
conflicto después de que la guerra principal con los romanos había terminado.
Jerusalén
era para Eleazar un espectáculo desastroso de ruina completa. Había sólo una
cosa que permanecía de la antigua Jerusalén que Eleazar podría señalar como
todavía en pie. Aquélla era el campamento de los romanos que Tito permitió que
permaneciera como un monumento de humillación sobre la Ciudad Madre de los
judíos. Eleazar reconoció que ese campamento militar había estado en Jerusalén
antes de la guerra, y que Tito dejó que continuara existiendo después de la
guerra. La retención de este único campamento de los romanos, según Eleazar,
era un símbolo de la victoria que Roma había conseguido sobre el pueblo judío.
SUS
PALABRAS ESTÁN REGISTRADAS EN LAS GUERRAS DE LOS JUDÍOS VII 28, 7. VARIAS
PALABRAS Y FRASES NECESITAN SER ENFATIZADAS:
"¿Y
dónde está ahora aquella gran ciudad, la metrópoli de la nación judía, que
estaba fortificada por tantas murallas a su alrededor, que tenía tantas
fortalezas y grandes torres para defenderla, que difícilmente podía contener
los instrumentos preparados para la guerra, y que tenía tantas decenas de miles
de hombres para luchar por ella? ¿Dónde está esta ciudad que se creía que tenía
a Dios mismo habitando allí? Está ahora demolida hasta los mismos fundamentos,
y no le queda nada sino AQUEL MONUMENTO que de ella se conserva, quiero
decir el CAMPAMENTO DE AQUELLOS [los romanos] que la han destruido, QUE
TODAVÍA EXISTE ENTRE SUS RUINAS; algunos desafortunados ancianos también
yacen entre las cenizas del Templo [el Templo estaba entonces en ruina total o
todo había sido quemado hasta ser reducido a cenizas], y unas cuantas mujeres
son allí conservadas vivas por el enemigo, para nuestra amarga vergüenza y
reproche".
Lo que
Eleazar dijo debe ser considerado como el relato de un testigo ocular del
estado de Jerusalén en el año 73 d.C. Esta narrativa tiene importancia suma
para nuestra investigación. Esto, porque Eleazar admitió que la ciudad de
Jerusalén y todas sus fortalezas judías en efecto habían sido demolidas
"hasta sus mismos fundamentos". No quedaba nada de la ciudad o el Templo.
Esto es exactamente lo que el Mesías predijo que sucedería.
Eleazar
incluso reforzó esto. Él mencionó la "destrucción en gran escala" de
la ciudad. Él dijo que D-os había "ABANDONADO SU MÁS SANTA CIUDAD PARA
SER QUEMADA Y ARRASADA HASTA EL SUELO" (GUERRAS VII 8, 6).
Y luego,
poco tiempo más tarde, Eleazar concluyó su relato de testigo ocular declarando:
"No
puedo sino desear que hubiéramos muerto todos antes de que hubiéramos visto
aquella santa ciudad demolida a manos de nuestros enemigos, o las fundaciones
de nuestro santo Templo desenterradas de una manera tan profana" (GUERRAS
VII 8, 7).
Sí, hasta
las mismas piedras de base que comprendían el complejo del Templo (incluidas
sus murallas) habían sido desarraigadas y demolidas. Ellas fueron "desenterradas"
entonces y ni siquiera las hileras inferiores de las piedras de base fueron
dejadas en su lugar.
Según
Eleazar, lo único que quedó en el área de Jerusalén era un solo campamento
romano que todavía se cernía triunfalmente sobre las ruinas de la ciudad y el
Templo. Él dijo que de la Jerusalén judía "no había quedado nada". La
única cosa que seguía existiendo era el "monumento" (un solo
monumento) conservado por Tito.
¿Y CUÁL ERA AQUEL "MONUMENTO"? ELEAZAR DIJO QUE ERA "EL
CAMPAMENTO DE AQUELLOS QUE LA DESTRUYERON [A JERUSALÉN], QUE TODAVÍA ESTÁ ENTRE
SUS RUINAS".
¿QUÉ PODRÍA HABER SIDO ESE CAMPAMENTO DE LOS ROMANOS?
Esto es muy
fácil de descubrir cuando uno lee los relatos de la guerra como fueron
registrados por Josefo. El principal establecimiento militar en Jerusalén antes
de la guerra era la Fortaleza Antonia, localizada al Norte del Templo (que es
ahora el Haram esh-Sharif).
ERNEST L.
MARTIN DA ABUNDANTE INFORMACIÓN EN SU LIBRO “LOS TEMPLOS QUE JERUSALÉN OLVIDÓ” para mostrar que el Haram fue considerado
propiedad romana incluso antes de la guerra, y como la fortaleza Antonia era
propiedad de Roma, ellos no tenían ninguna razón para destruir aquellos
edificios que ya pertenecían a los romanos.
“POR ESO TITO DEJÓ LA FORTALEZA
ANTONIA (EL HARAM ESH-SHARIF) Y SUS PAREDES INTACTAS (COMO LAS VEMOS HOY)”
SHALOM A TODOS
ATENTAMENTE RICARDO ANDRES PARRA RUBI
MALKIYEL BEN ABRAHAM
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