1984 DE GEORGE ORWELL MOSTRANDO LO QUE VENDRÁ
Eric
Arthur Blair (1903-1950), más conocido por el seudónimo de George Orwell, fue
un escritor y periodista británico. Siendo uno de los ensayistas en lengua
inglesa más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo XX.
La
prosa de Orwell revela un compromiso cuyo credo es el rechazo radical a los
totalitarismos. Su condena de la sociedad totalitaria queda también plasmada en
una fábula, ''Rebelión en la Granja'' (1945), basada en la traición de Stalin a
la Revolución Rusa, así como en la novela 1984 (publicada en 1949). Esta última
ofrece una descripción aterradora de la vida bajo la vigilancia constante del
"Gran Hermano".
1984,
es la antiutopía o distopía más célebre de todas cuantas fueron escritas
durante la primera mitad del siglo XX. En ella, Orwell presenta un futuro en el
que una dictadura totalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de
los ciudadanos que resulta imposible escapar a su control. De aquí es donde
nace el término ''orwelliano''.
Todo
aquel que se considere despierto, o que esté en busca de esto; debe sin lugar a
dudas leer ‘1984’. Ésta novela muestra una (muy posible) visión del futuro. Un
futuro no muy lejano. Quien la lea, si está en búsqueda de la verdad, verá que
lo que ocurre y lo que viene ocurriendo en el mundo no es al azar. Sino que
todo es parte de un plan, como ya se sabe.
Y
verá que el Orwell lo sabía. Y lo sabía
porque era un iniciado en sociedades secretas de Inglaterra.
Entre
otros lugares, Orwell estudió en Eton College, donde tuvo como profesor al
masón Aldous Huxley, autor de la famosa novela ‘Un Mundo Feliz’ (1932). En la
que muestra una sociedad utópica, donde anticipa el desarrollo en tecnología
reproductiva, la guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son
permanentemente felices.
Fue
el mismo Aldous Huxley quien inició a Orwell tanto en la masonería como en una
de sus ramas más altas, la Sociedad Fabiana. La cual tiene una absoluta
influencia en las políticas y economías tanto de británicas como
estadounidenses.
Es
aquí donde ambos escritores adquieren tales conocimientos de la sociedad futura
y, entre otras cosas, la aparición del famoso Gran Hermano.
Queda
en cada uno creer si estos libros fueron escritos con el propósito de hacer
conocidos estos conceptos, de modo que sean fácil de introducir en la sociedad;
o si su intención era la de despertar a las masas sobre el destino que se
avecina.
Vigilados,
sin emociones y sin sexo: 70 años de ecos de '1984' en el cine
Creación
cultural Derechos y libertades
La
célebre novela distópica de George Orwell sigue vigentes décadas después de que
el escritor británico la imaginara
Repasamos
algunas de las obras cinematográficas que más han bebido de
Imaginó
un futuro oscuro, pero como en los casos de tantas otras narraciones distópicas,
ese negro porvenir se inspiraba en problemas y preocupaciones del presente. El
escritor británico George Orwell (Rebelión en la granja) concibió su clásico de
la ciencia ficción 1984 poco después del final de la II Guerra Mundial, todavía
influido por la decepción sufrida durante su estancia en la España en guerra
tras el golpe de estado franquista.
El
relato mediático de la persecución gubernamental sufrida por el Partido Obrero
de Unificación Marxista (POUM) escandalizó a Orwell, quien desde ese momento
temió la capacidad de los poderes para falsificar el presente y reescribir el
pasado. El desencanto de conocer de cerca las tendencias estalinistas a la
purga de cualquier disidencia o contrapoder, unido a la violencia de los
fascismos, facilitó que el novelista crease un libro asfixiante, sin resquicios
a la esperanza.
1984
El
Gran Hermano, omnipresente en las telepantallas y carteles del futuro
orwelliano
Ya
hacía años que la ciencia ficción había comenzado a dejar de creer en las
utopías, especialmente a raíz de la publicación de Nosotros, del ruso Evgueni
Zamiatin. 1984 acabó de fijar un desencanto ante las revoluciones que, además
de resultar literariamente poderoso, se adecuaba a los marcos conceptuales del
Occidente liberal. El héroe zarandeado de la novela vivía en espacios ruinosos,
permanentamente vigilado, bombardeado por mentiras y reelaboraciones del
pasado. Se le había inculcado una obediencia ciega a un partido único embarcado
en una guerra permanente.
Más
allá de las circunstancias biográficas e históricas concretas, 1984 puede
asomar en nuestras conversaciones, junto con el adjetivo
"orwelliano", a pesar de que quizá nunca leímos la novela o nuestro
recuerdo de ella se puede haber deformado con el tiempo. Su influjo no requiere
un conocimiento directo: el realizador Terry Gilliam (Doce monos) afirmaba que
no había leído la novela cuando rodó Brazil, una kafkiana distopía ambientada
en un futuro hiperburocrático, que originalmente iba a titularse 1984 ½.
¿De
qué hablamos cuando hablamos de 1984?
El
antiguo miembro de Monty Phyton se sentía capaz de inspirarse en el mundo de
Orwell sin haberlo conocido directamente. La anécdota ejemplifica que esta obra
es algo más que una referencia cultural directa que emplean los creadores: es
una inspiración posible, también a través de ideas generales o de palabras y
conceptos específicos, que ha sobrevolado las corrientes de la cultura
occidental durante décadas.
No
resulta fácil desgranar las influencias, los ecos y las inspiraciones vagas
derivadas del libro, más aún cuando forma parte de una especie de un grupo
reducido de distopías literarias que han impactado de manera perdurable en la
ciencia ficción. 1984 comparte más de un tema y más de una situación con
Nosotros, pero también ha sido vinculada con Un mundo feliz, de Aldous Huxley,
o la posterior Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Todas ellas conforman una
especie de cuarteto esencial de la narrativa futurista, con la correspondiente
maraña de similitudes y divergencias.
Dejando
al lado temas y situaciones más o menos generales (el Estado en guerra
constante, la lucha de un individuo contra un sistema totalitario, el
enamoramiento como detonante de disidencia), el clásico de Orwell ha pervivido,
sobre todo, a través de una terminología que se ha incorporado en nuestra
manera de hablar. El fenómeno resulta especialmente afortunado, dada la importancia
que su creador otorgó al lenguaje: en la ficción, jugaba un papel estructural
en el dispositivo propagandístico y de sustitución de valores que promulga la
dictadura representada.
Equilibrium
Christian
Bale interpreta a un sicario del Estado en la distopía totalitaria
'Equilibrium'
Por
otra parte, el "Gran Hermano" que todo lo ve a través de la
combinación de micrófonos, cámaras y delaciones ha conseguido un lugar en el
habla popular (y en la producción televisiva), sea para referirse a los sistemas
de vigilancia o para simbolizar a un Estado paternalista y controlador.
Otra
creación orwelliana que ha penetrado en nuestro vocabulario es el término
neolengua, que se utiliza a menudo para criticar piruetas terminológicas que
buscan oscurecer significados. Esta acepción, en realidad, se escapa de la
original. En 1984, la neolengua es un proceso de destrucción de palabras: si se
destruyen palabras, se destruyen matices e ideas indeseables para el régimen
del Gran Hermano. Por otra parte, el crimen de pensamiento muestra un
totalitarismo llevado al extremo de perseguir incluso los impulsos no
realizados, las disidencias no expresadas.
El
crimen de pensamiento sobrevuela algún infierno fílmico de control social
basado en la delación. Equilibrum, una fantasía futurista de acción en un
entorno totalitario, es una miscelánia que incorpora elementos de Un mundo
feliz (una droga controladora de conducta), de Fahrenheit 451 (se describen
obras de arte) y de 1984: los niños devienen en guardianes implacables capaz de
incriminar a sus propios padres.
En
la reciente Equals, una fantasía distópica con aires de lamento hipster en la
tradición de Her, los ciudadanos deben reportar a quienes cometan la
trangresión de caer en una sentimentalidad incontrolada, considerada enfermiza.
Los espacios de cristal donde se tiene lugar la acción resultan aptos para la
completa pérdida de privacidad. En este aspecto, remiten a las construcciones
de vidrio concebidas desde la URSS naciente por Zamiatin.
La
videovigilancia se ha hecho un hueco en películas que proyectan desconfianza
hacia el normalizado pacto de cesión de privacidad a cambio de un presunto
incremento de seguridad. Enemigo público, La conspiración del pánico o La
conspiración del poder toman forma de thriller de ambientación contemporánea, e
incluso aluden en algún caso a programas reales de espionaje electrónico como
la red Echelon.
Las
tramas construidas alrededor de una sociedad panóptica de vigilancia total y
permanente como la concebida por Orwell, en cambio, resultan más inhabituales.
La realidad virtual presente en Matrixsería un ejemplo extremo de ello. A
menudo, la videovigilancia sigue estando a disposición de los héroes, desde
justicieros del securitarismo hasta un nuevo Robocop que se convertía en un
policía casi omnisciente, capaz de conectarse a miles de cámaras de seguridad.
Minority
report
El
héroe fugitivo de 'Minority report' altera sus ojos para escapar de una
tecnología de localización mediante el reconocimiento de retina
Sí
que podemos comprobar como los cineastas han fabulado con mecanismos de control
de intensidad variable. En la spielbergiana Minority report, la tecnología de
reconocimiento de retina posibilita una eficaz localización de cualquier
individuo de quien se sospeche. En las tramas de La fuga de Logan y La isla,
que coinciden en incluir situaciones de dualización social extrema
reminiscentes del mundo futuro concebido por H. G. Wells en La máquina del
tiempo, también se incorporan diversas tecnologías de monitorización.
Demolition
man, una película de acción y humor nineties protagonizada por Sylvester
Stallone, incluía en su planteamiento general de rechazo y parodia de la
corrección política una máquina de control del lenguaje que expedía multas a
quienes empleasen palabras malsonantes. Los responsables del filme usaban con
fines cómicos un instrumento de vigilancia que quizá resulta poco perturbador,
pero no deja de ser un mecanismo de control de la conducta individual. Firmado por
el videoartista italiano Marco Brambilla, el filme incluía diversas referencias
a Un mundo feliz. A la vez, resultaba un ejemplo de mirada autocomplaciente que
ridiculiza cualquier cambio social posible.
Hablemos
de los soviéticos
Muchas
distopías del cine masivo, construidas alrededor de las convenciones de
Hollywood, pueden incluir pinceladas críticas sobre la sociedad del presente.
Las fantasías futuristas de desigualdad extrema que se produjeron después del
crack hipotecario y financiero de 2008, como Elysium o In time, son un ejemplo
de ello. Sus autores trataban del desigual acceso a los cuidados médicos o del
yugo de un trabajo que no permite más que vivir al día, pero no tenían la
capacidad o el deseo de construir alternativas.
En
el fondo, estas propuestas acababan resultando complacientes: ante el carácter
extremo de los mundos futuros que se dibujan, el presente parece menos
problemático, las resoluciones violentas y agitadas dificultan la reflexión, y
el heroísmo individual se impone a cualquier replanteamiento o acción
colectiva. Lo contrario supondría una deriva inaceptablemente socialista, dada
la perdurable alergia de Hollywood y su periferia a proponer cualquier
alternativa al capitalismo desregulado incluso después del hundimiento del viejo
enemigo soviético.
1984
podía encajarse, con los recortes y encauzamientos adecuados, en las
convenciones de la fantasía antisoviética. Su autor no pretendió presentar una
enmienda a la totalidad del comunismo, sino una advertencia contra todos los totalitarismos
que también incluía a la URSS de Stalin. Representaba, por tanto un regalo
narrativo para el audiovisual anglosajón posterior a la II Guerra Mundial y
embarcado en la guerra fría.
Vinieron
del espacio
'Vinieron
del espacio': abrázame hasta que se marchen los alienígenas comunistoides sin
sentimientos
Quizá
el texto de Orwell contribuyó a fijar el molde de la ciencia ficción
anticomunista que dominó el género desde el final de la II Guerra Mundial hasta
que los cambios culturales de los años 60 sacudieron el panorama creativo.
Películas como Invasores de Marte mostraban una infiltración alienígena con
ecos del terror rojo, porque poblaba la pantalla de seres carentes de emociones
(incluso la conciliadora Vinieron del espacio reproducía esta convención). De
esta manera, se extremaban las representaciones de personajes rusos incluidas
en comedias como Ninotchka o Camarada X, cuyas soviéticas defensoras de un
hiperracionalismo colectivista flaqueaban al descubrir el atractivo romántico
de un galán capitalista.
En
este contexto, 1984 proveía un material de interés: un futuro terrible que era
fácilmente asociable con la representación hollywoodiense del comunismo. No
debe sorprender que se llevase a la pantalla el libro de Orwell en una
adaptación directa y bastante simplificada. Lo paradójico, y casi refinadamente
perverso, es que una novela que quería enfrentarse contra las simplezas del
lenguaje propagandístico llegó a los cines gracias a la financiación
clandestina de la CIA.
El
realizador británico Michael Anderson, quien dirigiría la mencionada La fuga de
Logan, firmó la primera versión cinematográfica de 1984. Una obra modesta que
difícilmente consigue reproducir la atmósfera pesadillesca de sospecha
permanente que sí puede generar el libro. La versión realizada por Michael
Radford (El cartero y Pablo Neruda) en 1984 contó con más medios para recrear
un Londres retrofuturista, inspirado de manera evidente en la situación de la
metrópolis británica durante los ataques aéreos acometidos por el III Reich.
Prohibir
el sexo
La
novela de Orwell se reconvertía en una defensa de la familia tradicional,
coherente con las inercias androcéntricas y sexistas del Hollywood de los años
50. Los carteles publicitarios del filme clamaban: "El sexo, fuera de la
ley", "El éxtasis será un crimen". Y es que el sexo era bueno si
permitía atacar a los rojos. El 1984 de Anderson tenía otro componente
paradójico, o cínico. Desde los Estados Unidos del macarthismo, en una década
en que las narraciones de la gran pantalla desprendían un aire casto y
timorato, la CIA impulsaba una obra que aludía a la sexualidad (de manera nada
gráfica, por supuesto) para persuadir a la audiencia de los peligros de un
comunismo antisentimental que podría prohibir los coitos.
Este
concepto de una sociedad hiperracional y antisentimental que limita o erradica
las relaciones sexuales ha permanecido en el imaginario de las fantasías
futuristas. Ya en los años setenta, George Lucas trataría de un futuro
distópico de prohibición de la sexualidad, acompañada de la ruptura de los
lazos familiares. El largometraje THX 1138, inspirado en un corto de juventud
del mismo Lucas, trataba de un Estado paternalista que había abolido los
vínculos familiares, denostaba la sexualidad e imponía la uniformidad extrema a
través de uniformes y cráneos rapados.
Lucas
y compañía escenificaron un urbanismo futuro con aspecto de clínica alienante o
de búnker, presidido por paredes desnudas de un blanco cegador. Los futuros de
ausencia de emociones realzaban mediante unas arquitecturas y diseños de
interiores en consonancia con ese minimalismo sentimental. Equals ha sido otro
ejemplo de esta estética de la distopía luminosa. A la vez, la obra de Drake
Doremus sugiere una cierta confluencia entre convenciones establecidas de las
ficciones futuristas y nuestra realidad hipertecnológica de omnipresencia de
las pantallas y muebles despersonalizados de Ikea.
THX
1138
Los
espacios opresivos de un blanco cegador presiden algunas escenas de 'THX 1138'
En
ambas películas, como en 1984, el amor romántico propulsaba un proceso de
desarraigo que derivaba en un enfrentamiento abierto con la sociedad
circundante. Menos extrema estéticamente era la sociedad futura representada en
Demolition man, una utopía-distopía de ausencia de violencia y control de las
pasiones que incluye algunos secretos, manipulaciones y exclusiones. En la
ficción, el contacto físico se ha minimizado y las relaciones sexuales se han
virtualizado.
El
filme proyectó un humanismo algo acrítico y autocomplaciente: quizá se ha
conseguido una cierta paz social, aunque también haya un buen número de
perseguidos por el sistema, pero el presente (la década de los noventa) es
mucho más feliz que este trasunto cómico-fallero de la distopía concebida por
Huxley. Y este es una de las diferencias habituales entre la obra tardía de
Orwell y muchas otras distopías: 1984 parte del cuestionamiento del presente y
no proporciona escapatorias tranquilizadoras.
SHALOM A TODOS
ATENTAMENTE RICARDO ANDRES
PARRA RUBI
MALKIYEL BEN ABRAHAM
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