“Como una mera sombra anda por ahí el hombre; de veras que en vano se afana, atesorando sin saber quién recogerá” Tehilim 39:6
“¿Qué provecho le saca el hombre a todo su duro trabajo con que se afana debajo del sol?” Kohélet 1:3
“Por tanto les digo: No se afanen por su vida, qué van a comer o qué van a beber; ni por sus cuerpos, qué van a vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Matiyah 6:25
Entre las inclinaciones más comunes que nos asedian a los seres humanos está la del afán, que consiste en un estado de agitación y perturbación de la mente que no encuentra reposo y que se constituye en una fuente de todo tipo de duda, incertidumbre y ansiedad.
Abre los pensamientos a la desesperación y a la negación de Elohim, convirtiéndose en un arma que Ha Satán “el opositor” utiliza para minar la confianza en EL ABBA KADOSH, sumergiendo a la persona en un estado de insatisfacción permanente, de ahí a la amargura hay solo un paso, lo que genera resentimiento hacia todo y hacia todos y un espíritu negativo.
El afán es un dominador que puede apoderarse de nuestra personalidad y consumir todas nuestras energías, hasta el punto que acaba produciendo efectos patológicos, donde vemos que muchas personas son prisioneras suyas, teniendo que combatirlo por medio de fármacos, otras optan por diversas “soluciones” que empeoran la situación como el alcohol, las drogas y hasta el suicidio, entre los efectos perniciosos que produce el afán está el descontento, que va unido a la ingratitud.
Si nos fijamos en el periodo de 40 años que Yisrael pasó en el desierto nos daremos cuenta de que sus reiteradas caídas tuvieron como fuente un afán enfermizo por su presente y futuro, hasta el punto de sacar de quicio a Moshé al punto de reprocharle a Yahweh de su situación.
Es evidente, por tanto, que el afán se trata de un grave peligro que acecha a todos, independientemente de cuál sea su creencia, de tal manera que también los nazarenos somos sus blancos potenciales, ya que de lo contrario no tendrían sentido las recomendaciones y advertencias que en varios lugares del Tanaj y Pacto Renovado se nos hacen al respecto.
Si tenemos en cuenta, además, los tiempos en los que vivimos, en los que el futuro aparece plagado de nubarrones que no presagian nada bueno y que el presente ya no es como el próspero pasado inmediato que desapareció como por ensalmo, se hace evidente que el afán cobra fuerza y se alimenta de las noticias que escuchamos día tras día.
¿HAY UNA SOLUCIÓN A ESTE PELIGRO? ¿O ESTAMOS ANTE UN ENEMIGO INVENCIBLE?
El siguiente pasaje de las Escrituras toca directamente este asunto y nos presenta la manera en la que podemos manejarlo, saliendo victoriosos del mismo.
“Por nada estén preocupados, sino en cada cosa por medio de Tefila y súplica con gracia dejen que sus peticiones sean conocidas por יהוה Y la Shalom de יהוהla cual pasa todo entendimiento, guarde sus corazones y mentes a través de Mashíaj יהושע Yahoshúa” Filipenses 4:6-7
Lo primero a considerar en este texto es que sí hay solución, siendo ésta la que los creyentes de todas las épocas han venido practicando. Es una solución que está al alcance de cualquiera, es gratis y es directa e inmediata. Se trata de la oración. Aunque actualmente está de moda la auto-ayuda, que consiste en echar mano de los recursos propios para salir a flote incluso en las situaciones más difíciles, es preciso reconocer que esa medida es válida hasta cierto punto, ya que el náufrago no puede salvarse a sí mismo. Necesita alguien más grande y fuerte que él. Precisamente por eso la oración es poderosa, porque apela a alguien que es así.
¿CUÁNTAS VECES DAVID A LO LARGO DE SU ACCIDENTADA VIDA ECHÓ MANO DE LA ORACIÓN?
¿CUÁNTOS PELIGROS, ASECHANZAS, AMENAZAS Y TEMORES LE SOBREVINIERON?
Fueron momentos en los que ni su sabiduría, ni su fuerza, ni la de otros, hubieran bastado para procurarle respiro y liberación. El Séfer Tehilim “libro de salmos” está lleno de esos instantes dramáticos por los que tuvo que pasar. También allí se encuentran sus experiencias de salvación, en las que la poderosa mano de Elohim se desplegó para dar respuesta a su clamor.
La oración supone el reconocimiento de nuestra limitación e impotencia y también la de la suficiencia y grandeza del Creador. Es, por tanto, un acto que requiere la humildad necesaria para admitir que no lo podemos todo y también un acto que demanda la confianza para creer que YAHWEH sí lo puede. Es incompatible, pues, con la jactancia y la incredulidad.
Pero el pasaje bajo consideración nos enseña, además, que la oración ha de ir acompañada de la acción de gracias, que es su complemento. La acción de gracias significa que lo recibido no es un derecho, sino un don o una bendición. Es muy importante tener en cuenta esta distinción, porque al vivir en la época en la que todo el mundo anda reclamando sus derechos, es fácil imaginar que también tenemos derechos adquiridos ante Elohim. Pero nada más lejos de la verdad. De ahí que la concesión de la respuesta a la oración sea la expresión bondadosa y misericordia que Elohim ejerce en su gracia hacia nosotros. Por eso la acción de gracias es la respuesta lógica al dador por el don recibido. No hay nada más triste que un pedigüeño que nunca sabe dar gracias. Lamentablemente los desagradecidos abundan y escasean los agradecidos, como el relato de los diez leprosos nos enseña Lucas 17:17
¡Qué grande y bueno es saber que no estamos a merced del afán y sus letales consecuencias, sino que podemos acudir ante YAHWEH HA ELOHIM para derramar nuestra ansiedad sobre él, sabiendo que tiene cuidado de nosotros
“Echando toda su ansiedad sobre Él; porque Él cuida de ustedes” 1 Kefa 5:7
ATENTAMENTE RICARDO LUIS PRIETO BAZAL
JIZQIYAHU BEN AVRAHAM
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