NUNCA SE PERDIÓ LA PRONUNCIACIÓN DE YHWH
LA CORRECTA PRONUNCIACIÓN DEL NOMBRE MEMORIAL
Si nos hubiésemos olvidado del Nombre de nuestro Elohim o alzado nuestras manos
a un Elohim extraño, ¿no averiguaría esto Elohim, quien conoce los secretos del
lev/corazón? Tehiim/Salmo
44:20,21
EL MEMORIAL ETERNO
Ya se vio que por definición el Nombre de Yahweh es
imperecedero, sólo que debido a un proceso de encubrimiento y a una cadena de
malos entendidos, se llegó a pensar que su correcta articulación se había
perdido. No obstante, la Enciclopedia Judaica declara sin preámbulo alguno: “su
pronunciación jamás se perdió, siempre se preservó de alguna forma.” Esto es
extraordinariamente importante ya que esta enciclopedia es la fuente oficial
del judaísmo en sus diferentes ramas. Otras prestigiosas publicaciones llegan
exactamente a la misma conclusión.
1º- Deplorablemente, algunos cristianos honestos se muestran reacios a
considerar que el sublime Nombre nunca se extravió.
Pero, ¿Podría ser posible que el Nombre del autor de las
Escrituras desapareciera totalmente de la memoria de su amado pueblo, aun cuando
las Escrituras o Tanak declaran que el Nombre del Anciano de Días es un
memorial eterno? (Shemot. 3:15)
¿Sería probable que un Nombre que aparece
constantemente a todo lo largo y lo ancho del texto inspirado se esfumara en la
nada?
Tan sólo en el Tanak aparece 6,882
VECES repartido de la siguiente
forma:
En LA TORAH 1,820 veces en 1,555 pasukim.
En los libros
históricos: 2,037 veces en 1,623 versos.
En los libros
poéticos y sapienciales: 814 veces
en 745 pasajes.
En los profetas: 2,211 veces en 1,910 pasukim. Si a todo ello
añadimos las 49 veces que aparece la forma digramata Yah, Hy:, en 45 versos, tendremos un total de 6,931 ocasiones.
2º- El simple acto de afirmar que la pronunciación correcta del Nombre se
perdió lleva inevitablemente a absurdos teológicos. Para demostrarlo bastan
tres ejemplos:
La famosa oración hebrea llamada Shema reza así: “Oye Israel Yahwéh nuestro Eloha. Yahwéh uno
es, y
amarás a Yahwéh tu Eloha de todo tu lev/corazón, y de toda tu alma, y con todo
tu poder. Y estas palabras que yo te ordeno hoy, han de permanecer sobre tu
lev/corazón; y las inculcaras a tus hijos, y hablaras de ellas estando en tu
casa, y andando por el camino, y al acostarte y al levantarte; y las atarás por
señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos; y las escribirás en
los postes de tu casa y en tus portadas” (Devarim
6:4-12).
Es obvio que el Nombre revelado es parte
inseparable del Shema, quítese éste Nombre y se tendrá un texto tan mutilado
como vago e inconexo.
Entonces, ¿Cómo iba a perderse la quintaesencia del credo del
pueblo del Altísimo? ¿Acaso el Omnipotente al dar la orden de repetir y enseñar
las palabras del Shema no consideró que al paso de las centurias nadie iba a
tener la capacidad de cumplirla enteramente, puesto que ningún mortal podría
saber su Nombre a ciencia cierta?
LA RESPUESTA ES NO.
Porque la exquisita arquitectura bíblica se vendría
abajo sin el Nombre del Eterno. El Supremo Rey de Reyes es muy claro, muy
especifico en cuanto a su Nombre. Y Yahwéh es la forma por la que Él desea ser recordado, año tras año, generación tras generación, sin importar a que grupo
étnico pertenezcan tales generaciones. Su pueblo debe llamarlo por su verdadero
Nombre, por su único Nombre, Yahwéh. Esta es su voluntad, y dicha voluntad es
Ley soberana e inquebrantable.
La bendición (Bircat Kojanim o bendición de los
sacerdotes) es otro punto que queda en el aire sin la pronunciación del Nombre
del Omnipotente. Véase la cita que se expone a continuación: “Habla a
Aarón y a sus hijos y diles que así bendeciréis a los hijos de Israel.
Decidles: “Yahwéh te bendiga y te guarde. Yahwéh haga resplandecer su rostro
sobre ti, y tenga de ti misericordia. Yahwéh levante hacia ti su rostro, y
ponga en ti paz.” (Bemidbar. 6:23-26).
Fácilmente se infiere que el Nombre del Bendito
tiene especiales implicaciones en la bendición; que es en realidad el hecho de
tomar los flecos (zitziyod) de las esquinas del manto (con el que te vistes) y
elevarlos ante los ojos de la congregación, a esto se le llama “poner’ el
Nombre excelso sobre el pueblo para que Yahwéh los bendijera: “Y pondrán
mi Nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré” (Bemidbar.
6:27).
¿Cómo pues iba a desaparecer la pronunciación del Shem
ja Meforash sin ser afectada la bendición del Israel del Todopoderoso?
LA RESPUESTA VUELVE A SER NO.
El último ejemplo es el decálogo mismo.
Curiosamente en la Torah o Jumash nunca aparecen
las palabras “Los Diez Mandamientos” sino que son referidas como Aseret ja
Devarim, μyrib;D]h' tr,c,[} (Shemot. 34:28; Devarim. 4:13; 10:4), “Las
Diez Palabras”. En los textos rabinícos ellas son llamadas Aseret ja Dibrot.
Las palabras devarim y dibrot proceden de la raíz, rbd, davar, cuyo significado
es:
Palabra, declaración, dicho o cosa. Así, la frase
es correctamente traducida como “Los Diez Dichos”, “Las Diez Declaraciones”,
“Las Diez Palabras”, y aun “Las Diez Cosas” pero jamás “Los Diez Mandamientos”,
lo cual sería Aseret ja Mitzvot.
El gran comentador medieval de la Toráh, el
rabí Salomón ben Isaac, más conocido por el acrónimoRashi (1040-1105 E.M.) vio
el Decálogo o Aseret ja Dibrot como un ejad o unidad, ya que la referencia
bíblica: “Y hablo, Eloha todas estas palabras...” (Shemot. 20:1) significan que el
Eterno las pronunció en una sola emisión, sin dejar espacios entre ellas. La
razón es simple, el Inmarcesible, a diferencia de los hombres, no necesita
respirar.
Por su forma y composición las Aseret ja Dibrot
conservan grandes similitudes con los tratados de alianza del segundo y primer
milenio A.E.M. En el antiguo medio oriente las alianzas podían ser básicamente
de dos tipos: el tratado paritario entre iguales, como por ejemplo Yaacob y
Labán; y el tratado entre un gran rey y sus vasallos. El decálogo cae en la
segunda categoría porque Yahwéh ofreció su alianza a Israel (Devarim.
5:1-7, Tehilim. 89:2-4; 111:7-10) como un rey (Da. 33:15) cuyo poder soberano
sobrepasa infinitamente al de todos los gobernantes del orbe, “Rey de Reyes y
Soberano de Soberanos” (2ºR. 18:28; Os. 5:13). El contenido de la
alianza se indica con la formula: “Tú (Israel) serás mi pueblo, y yo (Yahwéh)
seré tu Ser Supremo” (Os. 2:25; YirmeYah. 7:23; 11:4; 24:7; Shemot. 11:20;
14:11). Consecuentemente, el pecado es un acto de deslealtad y
rebelión contra el Eterno Rey (Shemot10:16; 32:33; Bemidbar. 14:9; Dt. 28:15-44).
¿Sería aun valida la Toráh si el Nombre del Ser
Supremo hubiera desaparecido?
Si el nombre del rey era retirado del documento de
la alianza, el tratado venía a ser letra muerta. Pero en el caso especifico de
la Toráh tal cosa es imposible, la Toráh es un “berit olam,” UN PACTO ETERNO.
Durante su ministerio, Yahshúa el Mesías enseñó que es absolutamente imposible
que algún componente de la Toráh pueda extraviarse, ¡Cuanto menos el Nombre de
su Padre!:
“De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera
una yod ni una keraia (literalmente “coronita,” denota las tagin o “coronas”
adjuntas a ciertas letras de la escritura cuadrada aramea) pasará de la Toráh
hasta que todo haya sido cumplido,” (Mt.
5:18). Si el Nombre hubiera sido suprimido u oculto por celestial
mandato Yahshúa inmediatamente lo hubiera mencionado.
RECAPITULANDO: la hipótesis de la
pronunciación perdida es un yerro gravísimo, porque la Toráh es un pacto de
vasallaje entre YAHWEH e Israel, ninguna alianza es válida si no existe el Nombre
del rey autor del convenio.
¿Cómo iba a seguir vigente la Toráh si el Shem ja
Meforash o el Nombre Distinguido simplemente se había perdido en la noche de
los tiempos?
Pese a que la prueba escritural basta para demoler
por sí misma la enseñanza de la pronunciación perdida
"LA RESPUESTA ES NECESARIAMENTE NEGATIVA"
Shalom a todos
Atentamente Ricardo Andres Parra Rubi
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